Hace un tiempo se encontraron tres momias incas cerca de la majestuosa cima del volcán Llullaillaco, en Argentina, las mismas que estaban en un estado de conservación tan bueno que permitieron entender el antiguo ritual de la capaccocha, cuyo colofón fue el sacrificio de los niños. Así inicia un artículo publicado hace nueve años en National Geographic.
Los restos pertenecían a la “Doncella de Llullaillaco”, de trece años, y sus dos compañeros más jóvenes, “El Niño” y la “La niña del rayo”, que han permitido concluir que ciertas sustancias estupefacientes estuvieron presentes tanto en su muerte como durante los largos años de rituales y ceremonias que los prepararon para sus últimas horas.
El análisis bioquímico del cabello de la Doncella ha permitido conocer qué comió y bebió durante los dos últimos años de su vida. Estas pruebas concuerdan con los relatos históricos, que mencionan que algunos niños eran seleccionados para participar en ceremonias sagradas “su cabello las refleja como cambios en el consumo de alimentos, coca y alcohol” cuyo colofón era su sacrificio.
En la religión inca, destacan los autores, la coca y el alcohol podían inducir estados alterados de conciencia que se asociaban con los sagrado, pero es probable que estas sustancias tuvieran también un rol más pragmático: desorientar y sedar a los niños ya en la alta montaña, para que aceptasen con resignación su cruel destino.
La Doncella y sus jovencísimos acompañantes, hallados en 1999, se encuentran en un estado de conservación excepcional debido a los hielos que imperan en la zona donde se encontraban, a 6,739 metros de altura.
Andrew Wilson, de la Universidad de Bradford (Reino Unido), dice que teniendo en cuenta que el cabello crece un centímetro al mes y no sufre cambios posteriores, las largas trenzas de la doncella contienen una línea temporal de marcadores que son un verdadero registro de su dieta, incluida hoja de coca, o la chicha. Explica el forense y arqueólogo: “Parece estar dormida”.
(FUENTE: exitosanoticias.pe)